Cada hombre
desea poseer a una mujer, y desea hacerlo en todos los sentidos. La
dominación es una disposición genética de nuestra naturaleza. Los
hombres se dividen entre los que satisfacen los instintos de su
naturaleza y los que no lo hacen. Estadísticamente, los hombres que
los satisfacen son vitales y alegres, y en cambio, los que niegan su
naturaleza son grises y conflictivos consigo mismo y los demás.
El Amo, en
ciertos momentos, permite que su esclava hable de sus sentimientos y
sentires. Y ella lo hace con toda sinceridad. Pero sabe que ése es
solo un permiso momentáneo, que en cualquier momento volverá a
retirársele. Eso hace que la esclava se rebele, y así es como el
Amo le da lo que ella mas hondamente desea, la deliciosa sensación
de su dominación, la subyugación de su belleza, de su debilidad a
la voluntad del Amo.
La mujer más
feliz es la esclava. La mujer libre la envidia.
La naturaleza
al enseñarle al hombre a dominar, no se ha olvidado de mostrarle su
“presa”. Siendo estas presas las mujeres bellas, carnales,
lujuriosas; y las disposiciones genéticas de esas mujeres las
inducen a ser dominadas deseando ardientemente ser poseídas y
controladas, pues para algo son hembras.
Querer ser
deseada, realizar todo lo que pueda para exaltar su feminidad y así
conquistar en cada instante a su Amo. Solo siendo esclava,
sintiéndose esclava, la mujer podrá desarrollar toda su capacidad
como hembra y llegar a cotas de deseo tan altas que una vez
alcanzadas jamás deseara su libertad.
Un aporte a tiempo de un querido amigo